viernes, 9 de junio de 2017

La disolución de la República


Aníbal extendiendo el caos en Roma
Las matronas, sin tutela masculina, se lanzan a las calles sin observar la honestidad requerida a su rango; esclavos que defienden la ciudad en la que habían sufrido cautiverio; un Senado diezmado y carcomido por las viejas rencillas entre facciones; el pueblo al borde del motín por los escándalos de corrupción... La sociedad romana, patas arriba debido a los éxitos de Aníbal durante la II Guerra Púnica.

Finalmente, tras años de penurias, la ciudad acabó por imponerse, aunque para ello tuvo que trasgredir numerosas líneas rojas. A base de medidas excepcionales, Roma emergió triunfante del reto, pero también aceleró un proceso de cambios que desembocaría, mucho tiempo después, en el colapso de la República. Sin embargo, a principios del siglo II a. C. nadie parecía capaz de vislumbrarlo.


Con el estallido de la II Guerra Púnica se abre un periodo que los historiadores latinos señalan como el momento en el que las costumbres ancestrales entran en crisis. A su manera de ver, esta corrupción fue ocasionada por el contacto con las ideas y gustos griegos. "Pero los reactivos para la corrupción estaban larvados en la propia sociedad romana, y la influencia cultural helénica solo actuó como catalizador", afirma el historiador Pedro Ángel Fernández Vega, que analiza esta etapa en su libro 'Corrupta Roma'.

Lejos de deslizarse hacia la degradación de las buenas y viejas formas republicanas, tal y como lo presentan posteriormente los autores nostálgicos, la ciudad dejaba atrás (de forma convulsa, es cierto) su dimensión de emergente ciudad-estado en la Península Itálica para abrirse hacia el Mediterráneo. Este cambio no sólo se produjo por la llegada de influencias orientales. Hubo otros elementos que mostraron las limitaciones del sistema político para adaptarse a una nueva realidad, personificada en esta ocasión en la figura de un general cartaginés capaz de llevar la guerra a las puertas de los romanos. 

Las victorias militares de Aníbal presionaban a su rival a diferentes niveles. No sólo socavaron el entramado de alianzas con numerosas urbes itálicas, produciendo numerosas defecciones. Además, los éxitos púnicos crearon fuertes desequilibrios económicos y sociales dentro de Roma. Así, por ejemplo, la enorme mortandad del enfrentamiento privó a Roma de los individuos más productivos, pero también de sus defensores. Hasta tal punto llegó la necesidad de combatientes que el Senado llegó a recurrir a legiones de esclavos, a los que prometía la libertad si lograban conjurar el peligro.

En el plano individual, los desastres bélicos dejaron a muchas familias sin la figura masculina de referencia. Rotas por el sufrimiento de la pérdida de hijos o maridos, y ante un incierto futuro, las virtuosas matronas salieron a las calles a expresar su dolor, para escándalo de los tradicionalistas. Influido por éstos, y quizá temeroso de este fenómeno novedoso, el Senado reprimió y recondujo a la mujer (de posición) hacia el hogar. Pese a todo, según pone de manifiesto Pedro Ángel Fernández Vega, la mujer encontró un papel social importante en los ritos religiosos para aplacar la cólera divina y propiciar la victoria en la guerra.

En el plano político, la tensión entre los senadores conservadores y una joven hornada abierta a ideas helenizantes (sin mencionar otra facción que funcionó a manera de 'tercera vía') galvaniza las instituciones en torno a visiones contrapuestas. Las disensiones se extendieron a la forma de llevar la guerra, en donde unos eran partidarios de contener y aislar al cartaginés mientras otros abogaban por atacar de frente y acabar rápido.

En este complejo panorama, el escepticismo popular se plasma en ocasiones muy concretas en acciones políticas articuladas a través de asambleas y comicios. Dichas actuaciones equilibran los designios de la oligarquía y llegan a exponer a líderes senatoriales a procesos judiciales y populares.

Pedro Ángel Fernández Vega
A lo largo del ensayo 'Corrupta Roma', el autor reflexiona en varias ocasiones respecto al carácter democrático del sistema republicano. Si bien los tribunos de la plebe eran figuras influenciables y manipulables por el Senado, algunos de ellos llegaron a ser importantes líderes secundarios. Además (muy de vez en cuando, pero lo hizo), la plebe se sacudió el orden establecido para imprimir una dirección diferente a la inicialmente planteada por los dirigentes.

Las convulsiones y crisis que tensionaron la República a todos los niveles aparecen reflejadas en la obra de Pedro Ángel Fernández Vega. El ensayo no depara una lectura fácil, como los trabajos de divulgación habituales. Es necesaria una actitud atenta, pues en varias ocasiones nos encontraremos sucesos y personajes vistos a través de diferentes prismas. Pero en conjunto, la lectura de 'Corrupta Roma' proporciona un relato lleno de matices y que, por momentos, suena plenamente actual.

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